Nadie te cree Sebastián Piñera

Hace más de un mes que Chile despertó para ser la pesadilla viva no sólo del presidente Sebastián Piñera sino de todo un establishment político y un empresariado local e internacional que siempre se vió beneficiado con un modelo económico excluyente y elitista. Lo que de alguna manera comenzó con las protestas estudiantiles contra el aumento del transporte fue adquiriendo cada día más fuerza debido a la participación colectiva de diversos sectores de la sociedad chilena. Es que casi nadie se quiere quedar afuera del momento trascendental que hoy día ha mutado hasta convertirse en una insurgencia popular histórica en el hermano país contra el modelo neoliberal que solo genera precariedad, violencia y desigualdad.
Les hermanes chilenes están dando cátedra de cómo resistir al neoliberalismo. Vemos todos los días a través de los crueles videos que circulan en las redes cómo les estudiantes, trabajadores y pueblos originarios resisten colectivamente ante la feroz represión ordenada por Piñera, y también al mismo tiempo cómo debaten, discuten y organizan un nuevo Chile. Es que les chilenes despertaron y no están soles. Los pueblos latinoamericanos, históricamente golpeados, están haciendo entrar en jaque al modelo neoliberal que -una vez más- intenta imponer su pobreza planificada a costa de sangre y sudor latino. Para combatirlo hay que organizarse. Y quienes lo han entendido desde un primer momento han sido les chilenes que habitan de este lado de la cordillera, más precisamente en La Docta. Elles son Víctor, Camilo, Marcela, Cristián y Carla, integrantes de la Asamblea de Chilenxs Autoconvocadxs de Córdoba, con quienes estuvimos conversando mientras compartíamos mates y pintábamos una bandera que fue colgada en el puente de Tejas con la consigna “Renuncia Sebastián Piñera: basta de violaciones a los derechos humanos”.
“El estallido en Chile tenía que pasar. No es menor que esté sucediendo en Latinoamérica, está pasando en todos lados y este es el momento”, sostiene Camilo, quien ya lleva más de dos años residiendo en la ciudad. Y en la misma línea Carla, con experiencia en la lucha, agrega: “Venimos con muchos años de salir a marchar. En el 2006 con la “revolución pingüina” y también en el 2011 pedíamos exactamente lo mismo que ahora. Les estudiantes siempre han sido quienes empiezan las revoluciones. Chile lleva muchos años de abuso con una constitución neoliberal en donde el Estado garantiza que las empresas hagan lo que quieran con el país. Fueron 30 años de estar dormides. Hemos sufrido históricamente muchas violaciones a los derechos humanos”.
Aunque bien sostienen que el estallido no es espontáneo -sino que detrás hay toda una historia de resistencia y calle- como tampoco una mera crisis del sistema económico neoliberal chileno, elles mismes reconocen que hay un cierto factor de sorpresa. Es que Chile siempre ha sido presentado al mundo - y a sus mismes pobladores- como el único país “exitoso” o modelo económico viable de la región. O por lo menos así lo ha vendido ante el dios mercado una de las diez personas más ricas de ese país: Sebastián Piñera. En palabras de Camilo: “Durante todos estos años ha habido un gran lavado de cerebro. Me vi mil veces diciendo: ‘en Chile estamos bien, hay estabilidad económica, no tenemos inflación, estamos mejor que todos los países de Latinoamérica’. Después te das cuenta de que el lavado de cerebro es constante, como nosotros nacemos en un sistema neoliberal, consideramos que el sistema chileno era lo lógico porque era lo que funcionaba hasta que te das cuenta que hay un conglomerado de problemas sociales que iban a estallar”.
Cristian, desde una mirada más analítica también se hace eco de lo dicho y agrega: “La gente en las calles está experimentando un modelo filosófico distinto al que defiende la propia constitución basado en el consumo para una supuesta felicidad de la población. La gente se ha dado cuenta de que la felicidad no está en todo lo que nos invita u obliga a consumir. Hemos sidos engañados y por eso nace nuestra rabia. Además en Chile hay una justicia que juzga a unos más que a otros. Se buscó mantener a las personas más sometidas de lo que ya estaban y hoy por hoy son las personas más marginadas por el sistema quienes han salido a la calle. Y lo hacen con total convicción porque hay que cambiar de raíz”.
Históricamente el capitalismo nos vende mentiras como verdades absolutas e indiscutibles. Mentiras que nunca valdrán más que nuestras vidas. Marcela, quien viene de una familia militante de izquierda perseguida por la dictadura de Pinochet, sostiene: “Siempre nos han vendido que Chile ha crecido. Con mis compañeras de lucha en Argentina constantemente nos peleamos porque ellas me dicen que cuando van a Chile de vacaciones no ven las injusticias que yo denuncio. Pero el Chile que nos muestran en los shoppings no es el verdadero”.
Cuando Piñera vió trastabillar su silla presidencial, no dudó un milisegundo en ordenar el estado de emergencia y el toque de queda para que los militares hagan lo que mejor les sale (y aquello para lo cual son entrenados con un presupuesto siempre millonario y superior al de educación, salud y vivienda): reprimir, detener y hasta desaparecer a todo aquél que entre en la categoría de “enemigo interno”. El mismo “enemigo” que inventan todos los “líderes” latinoamericanos de derecha a la medida de sus odios. Oh casualidad que casi todos los enemigos, son trabajadores organizades o pueblos originarios, manifestantes que llegan de las periferias, y reclaman por condiciones de vida dignas y por que sus derechos no sean arrasados por las reformas laborales, previsionales y tributarias como por los ajustes económicos y la destrucción total de la naturaleza. El mismo “enemigo” que días antes el mismo presidente -casi citando a Pinochet- le había declarado la guerra. Ni más, ni menos. Militares adentro. Derechos Humanos afuera.
Y por si fuera poco, cuando retiró a los militares, la tarea quedó a cargo -como en un principio- de sus fieles Carabineros. Institución que ha perdido toda legitimidad ante la constante violación de los derechos humanos ejercida sobre la ciudadanía que se jacta de “proteger”. “No creíamos que sería capaz de sacar los militares a las calles”, afirman casi al unísono les chilenes. Como tampoco creían capaz -me confiesan- a Carabineros de ejercer una violencia atroz e inédita en democracia. Es tan repudiable como triste que el pueblo chileno hable una vez más de desaparecides. Sobre todo porque nunca existió en el país un proceso de reparación y justicia para con les desaparecides y las víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet. Cristian afirma que con los genocidas chilenos ha ocurrido todo lo contrario al caso argentino: “el proceso ha sido nulo. O están todos libres o en cárceles vip con canchas de tenis, piletas y demás lujos. Tienen privilegios, salen los fin de semana. Conservan el pacto de silencio. Cómo es posible que Piñera saque a los militares a las calles cuando son una estructura que todavía no ha admitido ni ha sido juzgada por los crímenes cometidos”.
Marcela relata con orgullo que su lucha es la misma que la de sus padres y agrega: “Yo soy de una familia de Chile muy perseguida en la época de la dictadura, tengo dos tíos detenidos y desaparecidos. Todavía no los hemos podido enterrar dignamente. No sabemos dónde están. Mi mamá, quien ha sufrido la dictadura siempre que salimos a marchar nos dice que tengamos cuidado porque ‘son capaces de todo’. Y nosotros no le creíamos, pensábamos que era algo que no podía pasar en el siglo XXI. Yo nunca pensé ver a militares disparando a plena luz del día en lugares donde hay familias, niños, como en centros comerciales”.
Por su parte, Cristián sostiene: “Cuando me enteré que los iba a sacar a la calle, pensé que sería con órdenes y protocolos claros sobre qué hacer o qué no hacer. Pero no, claramente o los protocolos son de violencia absoluta o no tiene control sobre su ejército. Ambas opciones son gravísimas. Se han mantenido prácticas y maniobras hostiles de la dictadura para incitar a la violencia sobre todo en los sectores más vulnerables. Son éstas poblaciones las que han sufrido la peor cara de la represión. La gente arma barricadas para defender su vivienda porque pasan los carabineros tirando lacrimógenas, pisando peatones, secuestrando gente”. Carla relata que antes, los padres y madres chilenas no salían a las calles por el miedo que arrastraban de la dictadura pero ahora todo el pueblo ha salido a las calles: estudiantes, abueles, trabajadores, comunidades originarias, disidencias sexuales. “Chile se cansó, despertó al fin” sentenció la compañera.
La violencia ejercida desde el Estado tiene como objetivo principal instalar el miedo en la población y también que se deje hablar de las demandas sociales y políticas de todo un pueblo. Pero el tiro le salió por la culata. El miedo se ha transformado en bronca, resistencia y organización. Y las demandas están más consolidadas y organizadas que siempre. Les chilenes quieren un sistema de servicios sociales de derecho universal y normalizado, en donde el Estado sea el garante y no las firmas privadas que lucran con el sufrimiento de las grandes masas. Quieren que el sistema de salud sea verdaderamente un garante de la salud de les ciudadanes y no un dolor de cabeza más. Quieren educación pública, laica, universal y gratuita, no un sistema educativo basado en aranceles que excluyen y fomentan la competencia y la meritocracia. Exigen a los gritos que los pueblos originarios puedan vivir en paz y en sus tierras ancestrales sin tener que armarse para defenderse del Comando Jungla y sus gatillos fáciles. Las mujeres y las disidencias sexuales, doblemente golpeadas en sociedades patriarcales por su condición, exigen entre otras reivindicaciones, fin de la violencia política, económica y sexual que se ejerce desde el mismo Estado, ley de migraciones y despenalización del aborto. Les ciudadanes chilenes demandan que los precios de los alimentos bajen al igual que el transporte público. Pero lo que más requieren es un cambio de paradigma urgente representado pòr una nueva Constitución Nacional.
El pueblo chileno grita por una nueva Constitución, ya que la vigente fue sancionada en tiempos dictatoriales y a pesar de las reformas que se han hecho, sigue conservando su naturaleza represora y desigual. En este sentido, Cristián agrega: “Hablar de una nueva constitución es refundar Chile, es tener en cuenta a los debates sobre recursos naturales, sobre el territorio. Es un país que puede llegar a ser totalmente distinto en función del mecanismo en particular que se elija para cambiar la constituciòn. Podemos tener una constitución que no atienda a las demandas y siga sosteniendo mecanismos que no atiendan a la desigualdad. O puede ser una constitución revolucionaria que considere a la tierra como un elemento vivo con sus derechos, que reconozca a los territorios de los pueblos originarios y la autonomía a las regiones”.
“Es responsabilidad de todes les ciudadanes hacerse parte del momento histórico y no delegar política. Hay un montón de particularidades que hacen que se sostengan las marchas todos los días, gestiones culturales, gente organizada, y demás: son estos procesos los que tienen que estar reflejados en una nueva constitución. También hay que esperar a que se sumen todos los actores de la sociedad al debate”, afirma el compañero. Y advierte: “Es una de las grandes deudas de la sociedad empoderarse con la política. No hemos sido educados para debatir, organizarse y creer en la autodeterminación. Entonces es un proceso de creación y al mismo tiempo de aprendizaje y error. No podemos pretender no equivocarnos”.
Entrando en la quinta semana de protestas con un nuevo paro general y la gente en las calles de manera masiva, aquella vidriera roja, azul y blanca tan reluciente y formal que ofrecía Piñera en la Casa Blanca de Donald Trump, ahora tiene los vidrios rotos y arde por dentro.
Hay algo que el ilegítimo presidente no estaría queriendo entender por más clara que sea la consigna: EL PUEBLO PIDE SU RENUNCIA. Sin embargo, ante la masiva participación de les trabajadores de los puertos, transportes, empresas y fábricas, responde con su cinismo burgués -típico de empresario neoliberal- insistiendo con los militares. Ahora quiere tratar en el parlamento un decreto que habilita a que los muchachos con botas resguarden los puntos estratégicos para que su capitalismo siga produciendo a toda costa, ya sea con represión, muertes, abusos sexuales, desaparecides y detenides.
Latinoamérica en conjunto está dando pelea al neoliberalismo que una vez más se tienta con su sombra represora. La derecha latina, guiada y financiada desde el norte, dejó de creer repentinamente en la democracia por la que se legítimo en una primera instancia para ahora mostrar su verdadera cara sacando a los militares a las calles. Primero fue el turno de Ecuador, luego Chile, después un golpe de Estado al presidente legítimo del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, y ahora Colombia. Mientras tanto en Brasil, los militares llegaron hace rato y Bolsonaro amenaza con un decreto de la dictadura para perpetuarse en el poder ante el agite social que provocó la liberación de ex presidente y candidato injustamente proscripto, Lula Da Silva. En Paraguay gobierna Abdo Benítez, heredero de la dictadura de Stroessner y en Perú los fujimoristas no dan tregua. Mientras tanto en Argentina, la ministra Patricia Bullrich y el presidente saliente Mauricio Macri, tendrán que responder por las más de mil personas asesinadas por sus fuerzas de seguridad.
“Puede que con ésta lucha ganemos mucho como también que no ganemos nada pero este sentimiento de esperanza yo nunca lo había percibido en el pueblo y eso nos motiva a seguir, porque cuando escuchamos a Piñera, no escuchamos nada, no está diciendo nada, nada es real. Nadie te cree Sebastián Piñera” expresó Camilo, convencido y con ganas de partir cuanto antes a su Chile revolucionario.