Juicio Diedrichs-Herrera | 28 de octubre de 2020. Octava audiencia.
El primer testigo es Juan José Vera, hermano de Wenceslao Vera, quien fue secuestrado el domingo 28 de marzo de 1976, mientras participaba de un campeonato de fútbol, en la Avda. Japón y el Hospital Elpidio Torres.
Habían concurrido al partido tres hermanos y en un momento Wenceslao se cruzó a hablar por teléfono a la estación de servicio cercana. Cuando volvió les dijo “Me vio Rocha, rajen”. Rocha es Fernando Rocha, un policía que en ese momento tendría la misma edad que Wenceslao -27 años- y que era vecino de ellos en el mismo barrio. Él vio que detrás de Wenceslao venían dos policías. Su hermano no opuso resistencia y vio cómo lo llevaban hacia dos Falcón que esperaban en la calle.
Supo que estuvo en La Perla, le dispararon en la cabeza y tiraron el cuerpo en unos campos de Alta Gracia. Alguien encontró esos restos -que no tenían las manos, supone para impedir que sea reconocido por las huellas dactilares- y fue enterrado como NN en el cementerio San Vicente.
Tiempo después sus restos fueron reconocidos por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y ahora descansan en una tumba “como debe ser”.
Meses después lo secuestran a Juan José -en noviembre de 1976-, en la avenida Colón. Lo metieron a un auto y lo llevaron a la policía. Le preguntaron por cada uno de los integrantes de su familia. Le pegaron, le hicieron simulacro de fusilamiento. “Eran sanguinarios”. No oye bien de un oído “por la golpiza recibida”. Una mujer lo interrogaba. Ahí le dijeron “Olvidate de tu hermano”. Él fue secuestrado un viernes y liberado el lunes siguiente.
Sus hermanas fueron echadas de sus trabajos, sus hermanos se fueron de Córdoba, su casa paterna fue destruida. Fueron amenazados todos, quedaron sin trabajo y sin dinero. Alguien que estuvo detenido les contó “tu hermano fue liquidado rápidamente, estaba muy golpeado y le pegaron un tiro en la nuca”. Mientras no supieron esto, le entregaban objetos de oro de toda la familia a un abogado que investigaba el paradero de su hermano, “y nunca pasó nada”. Finaliza su testimonio diciendo que “él tuvo el privilegio de quedar vivo”.
La segunda testigo es María Elsa Maldonado, esposa de Francisco Isidoro Zamora, secuestrado el 6 de abril de 1976, en la misma casa desde donde da su testimonio en forma remota, del barrio Los Boulevares. Esa madrugada, a las 12.50 de la noche “vino el ejército, entraron violentamente a la casa, rompieron una sábana, le vendaron los ojos y se lo llevaron”. Eran diez personas con armas largas. El que parecía el jefe del operativo le dijo “que hablara o no, ya era hombre muerto”.
Su marido trabajaba en un taller en Alta Córdoba, que el mismo día del secuestro fue desmantelado por el ejército que se llevó todo: herramientas, sillones, etc.
A los ocho años, un soldado que había hecho la conscripción y había estado en la Perla, contó que había visto a Francisco, pero otra persona le había dicho: “vos aquí sos sordo, ciego y mudo”, motivo por el cual calló ese dato durante tanto tiempo.
La tercera testigo es Marina Ojeda Giorda, que es hija de Luis Rodolfo Ojeda y Edelweiss Giorda, secuestrados el 7 de abril de 1976, en su casa del barrio San Martín.
Marina tenía tres meses de vida, y estaba presente también su abuela materna que por esos días estaba de visita. Los vecinos cuentan que esa madrugada llegaron entre 25 y 30 personas que se bajaron de los autos, se subieron a las tapias y entraron a la casa. Cortaron la luz y el teléfono, y rompieron sus peluches “buscando algo”. Eran las dos de la madrugada. Los encapucharon y vendaron, y se los llevaron.
A su abuela y a ella las encerraron en un baño de atrás, en la oscuridad. Ella confiesa que le tiene fobia a la oscuridad, piensa que quizá es por eso. Que alguien se acercó a su abuela y le preguntó “quién se quedaría con la bebé, porque ellos le podían encontrar una buena familia, que les darían buena plata porque era blanca”. Su abuela respondió que ella la cuidaría, porque era su nieta.
Su madre regresó a las 24 horas. Los interrogaron por separado, luego juntos y en un momento le dijeron a su padre “que se prepare porque la parrilla está lista para él”. Su madre ya no lo vio más. La liberaron y dejaron a dos cuadras de la casa donde vivían. La habían torturado hasta desmayarla.
Cuando Marina tenía cuatro años, su madre falleció a causa de un cáncer.
Sus padres militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y su padre también en el Ejército Revolucionario del Pueblo. Ella se enteró que su padre había desaparecido, recién cuando tenía diez años. Su abuela no le contó nada. Su familia paterna se hizo presente entonces y le dijeron de quién era hija. Tiene dos tíos desaparecidos, hermanos de su padre. Eran de Tucumán y Luis se vino a estudiar a Córdoba. Trabajó en Corcemar y en la Cervecería Rio Segundo. Le faltaba una materia para recibirse de ingeniero. Nunca supo nada sobre su destino, nunca encontró a algún compañero de militancia de su padre. Desearía que alguien le contara algo sobre él. “Aunque han pasado tantos años, espero que se haga justicia”.
La cuarta y última testigo es Cristina Alicia Robles quien estaba presente el día en que secuestraron a Omar Alejandro Olachea y su novia Stella, el 20 de mayo de 1976. Los tres estaban en su departamento cuando oyeron mucho ruido y movimientos. Irrumpieron en el departamento unas 8 personas, disfrazadas con pelucas y le preguntaron “Usted qué es de María del Carmen Robles”, ella respondió que era su hermana, pero se había ido a visitar a sus padres. Le preguntan por los otros dos, ella les dice cómo se llaman y oyó que los llevaban arrastrando.
Cuando se fueron creyó oír que tres automóviles se ponían en marcha.
A Stella la liberaron a los dos o tres días del secuestro. Le contó que la llevaron a un lugar que cree era La Perla, abusaron sexualmente de ella, oyó cómo lo torturaban a Omar y vio un pizarrón con el organigrama con los nombres de personas que pertenecían al Partido Revolucionario de los Trabajadores.
La testigo contó también que tiene una hermana mayor desaparecida; otra hermana fue secuestrada en 1977, llevada a la Penitenciaría de Córdoba y lograron que el consulado de Suecia le diera refugio y allí se exilió.
Relata sobre todas las denuncias que realizó ante diferentes instituciones.
Se pasa a cuarto intermedio hasta el próximo miércoles 4 de noviembre a las 10 hs.